Una tarde de otoño se prepara la vega para la sementera. La umbría se cubre de alfombras leonadas, revolotean los zorzales buscando su morada de verdes laderas y se acuesta la esparraguera, esa niña risueña de mechones dorados. Solloza antes de que el crudo invierno cubra su espalda de sábana blanca y niebla. La ribera ruge en silencio, se desplaza suavemente y le susurra canciones de sueños a la luna y a la sombra oscura del álamo negro. Ya está el olivar pintado de racimos entre verde y carmín. Se retuercen sus ramas musitando cosas hermosas antes de ser zumo verde, jamila y hueso.
No es cierto que no me hable el campo, sí, no es cierto. Me canta el secano y la parata, murmura la tierra y los cantos rodados me acunan en silencio clavándose entre las piernas tumbado en la era. Cuchichean las hierbecillas bajo la suela cuando camino por ellas o se cierran al tocarlas ¡Qué tarima más inmensa! ¡Qué bella esa pelusilla volátil que se adhiere a la ropa, a cada prenda! Me gustan las espigas del avenate cuando al soplar el viento, crujen por dentro, se retuercen, las zarandea y las tumba arremolinadas sobre su lecho. La alfalfa me chifla, como me chifla la alameda, la retama y el jaguarzo.
No, no es cierto que el monte no me cante, me canta cada tarde canela de noviembre. Me declara los secretos suspendidos en el aire, en el olor que respiro y en el sudor de mi frente. Me basta tan solo con extender los brazos y atrapar entre mis dedos esos manojos de letras al viento.
Créanme si les digo que siento las cebollas, tomates y pimientos, el tacto del barbecho y la savia de la higuera que se aglutina entre mis dedos. Solo soy el testigo de unos sentidos que me conducen en volandas a descubrir la belleza de estos caminos, de estas esquinas que me sorprenden y atrapan entre suspiros y me tienen en vilo. Sentir restregonazos en las nalgas, notar esa rama de jara que se me clava en el alma y cepillarme la melena con brio…eso es lo que me enamora y como lo vivo, lo cuento. Igual que cascada de fuente que se desborda, arroyo despeñado o leño que arde y abrasa por dentro…y lo narro como lo siento, no en vano, me va la vida en ello.